Relevancia cultural

El día del campesino es una oportunidad para reconocer las tradiciones culturales de esta población. Sin embargo, es también una ocasión para establecer un intercambio y un diálogo sobre la historia de los campesinos y de cómo esta ha permeado su cultura y tradiciones, las cuales son parte fundamental de nuestra historia como nación.

Al observar la historia y la cultura campesina podemos comprender buena parte del origen del conflicto armado interno colombiano y, en general, de la historia del siglo XX, que tuvo como uno de sus rasgos más significativos las migraciones campo-ciudad.

Los campesinos y campesinas de nuestro país son depositarios de unas tradiciones que hablan de todos nosotros y de nuestra memoria histórica. En estas tradiciones podemos reconocer la diversidad cultural de nuestro país, puesto que en las áreas rurales también convergen la población indígena, los y las afrodescendientes, y todas las otras poblaciones que conforman nuestro país, en términos generales. En este sentido, esta celebración es también una conmemoración de nuestra diversidad y nuestra multiculturalidad.

Historia

La historia de las y los campesinos en Colombia y en el mundo ha estado ligada a la producción agrícola, la cual ha determinado a su vez la ubicación geográfica de las familias campesinas y su lugar en la economía nacional. Colombia es un país que se ha caracterizado por las bonanzas económicas ligadas a la extracción de algunos productos mineros, energéticos o agrícolas. Estas bonanzas han determinado en cierta forma el destino de la población campesina y ha sido determinante en la configuración de la situación rural de nuestro territorio.

Desde la producción de quina, algodón, tabaco y caucho -que se data de antes de la colonia y se extiende durante el siglo XIX y parte del siglo XX-, pasando por las grandes plantaciones de plátano de finales del siglo XIX y parte del siglo XX hasta llegar a la bonanza cafetera del siglo XX y los actuales proyectos de producción de palma africana, Colombia ha organizado buena parte de su territorio y su población alrededor de estas bonanzas agrícolas.

La historia de estas bonanzas también ha estado marcada por el conflicto armado interno, siendo uno de los eventos más representativos de la historia de la violencia de nuestro país la llamada Masacre de las Bananeras (1928). Este desafortunado evento histórico configuró gran parte de las relaciones conflictivas entre el sector agrícola, el Estado y los terratenientes durante el siglo XX, al igual que se convirtió en referente de los movimientos campesinos que exigían mejores condiciones de vida para ellos y sus familias.

Con la escalada del conflicto armado interno durante los años 80 y 90 del siglo XX, otro fenómeno afectó radicalmente a la población campesina: el desplazamiento forzado. Usado como estrategia de guerra por los grupos armados al margen de la ley (guerrilla y paramilitares), afectó de manera determinante las zonas rurales del país, forzando masivamente la movilidad de la población rural hacia las ciudades y cabeceras municipales, alterando nuevamente el mapa social económico y cultural de la población campesina en nuestro país.

En este sentido, la población campesina colombiana ha desarrollado su cultura y su identidad como población en un contexto marcado por la violencia rural y la inequidad de oportunidades con respecto a la población urbana. Sin embargo, esa cultura campesina ha logrado marcar su identidad de manera positiva y resiliente, sin dejar de lado su memoria histórica.

Herramientas de protección

En 1965, durante el gobierno del presidente Guillermo León Valencia, se estableció que el primer domingo del mes de junio se celebraría el Día del Campesino, un evento que desde entonces ha buscado el reconocimiento de los campesinos y campesinas en el desarrollo económico, en la seguridad alimentaria y en la conservación de las tradiciones culturales rurales de nuestro país.

Estadísticas relacionadas

Según un estudio realizado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la población rural de América Latina y el Caribe asciende a 121 millones de personas, (CEPAL Y FAO, 2009).

Para el caso colombiano, el Censo General de población del año 2005 muestra que la población total censada compensada es de 42.090.502 habitantes, de los cuales 31.566.276 (75%) viven en zonas urbanas; mientras que 10.524.226, ó sea el 25%, viven en zonas rurales. (DANE, 2005).

El número de personas que habitan en áreas rurales fue afectado significativamente por el fenómeno del desplazamiento forzado, que según la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional (Acción Social) tiene un acumulado de personas en situación de desplazamiento, desde 1997 hasta julio 31 de 2011, que asciende a 3.700.389 personas.

Enlaces de interés

              Comunicar el campo, uno de los retos del posconflicto:

Romper la brecha comunicacional entre el campo, que vivió los años más crueles del conflicto con las Farc, y las ciudades, es uno de los retos que tiene la implementación del acuerdo de paz. Esa fue la conclusión de los expertos que participaron en el seminario ‘El papel de la comunicación en el desarrollo rural de Colombia’, organizado en abril por la Unión Europea, en Bogotá.

Durante el foro se insistió en generar confianza con las comunidades del campo, a través del diálogo directo, por lo cual se ve necesario tender un puente entre la periferia y el centro del país, ya que «la paz no es del Gobierno, es de todos los colombianos». Fue también la oportunidad para enfatizar en la necesidad de involucrar a las comunidades indígenas en la implementación de los programas del posconflicto.

Patrick Colgan, asesor de paz en Irlanda del Norte, destacó la importancia de los procesos de consulta con las comunidades en la construcción de la paz en el campo. Mencionó que es necesario involucrar y empoderar a los excombatientes y prisioneros es estos procesos, y lo más deseable es que las comunidades se integren tempranamente en las estrategias y decisiones. Esto lo afirmó según su experiencia, durante la implementación del acuerdo de paz del Viernes Santo de 1998, en Irlanda del Norte.

El experto irlandés resaltó, además, la importancia de utilizar el deporte y las artes como herramientas de comunicación con las comunidades, así como darles espacios en los medios de comunicación. Este se convierte en un reto muy grande e importante para los sectores cultural y de las comunicaciones.